CIENCIA. El tema elegido para la entrada de esta semana es el acelerador de partículas que se ha construido en Suiza. Para empezar a recabar información uso la búsqueda avanzada de Google intro duciendo en el cajetín “acelerador de partículas Suiza”. Los criterios de búsqueda introducidos son: en idioma “páginas en español” , en ubicación "páginas de españa" y en presencia “contenido de la página”. La búsqueda da 126.000 resultados aproximadamente. Para profundizar un poco más sobre el tema elijo el directorio DMOZ para obtener una información algo más estructurada. Introduzco "LHC" (large hadron collider) que devuelve resultados en cinco categorías. Elijo la referente a ciencia. Por último elijo buscopio para saber algo más sobre el CERN (laboratorio europeo de física de partículas) pero no me da un resultado satisfactorio por lo que deci do usar el multibuscador Colossus, y más concretamente un buscador suizo llamado Ezilon (en inglés). Aquí si encuentro la información que necesito.
Las cifras que maneja este proyecto s on espeluznantes, tanto en recursos económicos como humanos. Los más de 6.000 millones de euros invertidos y 10.000 científicos altamente cualificados que aglutina el proyecto atestiguan esta apreciación. Consideraciones técnicas aparte, lo que realmente me interesa sobre este proyecto es aludir a la polémica que se ha generado en torno a él.
Muchas voces se han alzado en contra del acelerador de partículas alegando que la inversión ha sido excesiva y que ha y necesidades mucho más tangibles y urgentes a las que se debería atender con prioridad. El debate no es nuevo. Desde la década de los 60 a raíz de la carrera armamentística que protagonizaron E.E.U.U. y la U.R.S.S. los avances en tecnología se han sofisticado hasta tal punto que sus implicaciones han dejado de ser inmediatamente evidentes para el gran público que duda de las repercusiones positivas que puedan tener en sus vidas los grandes proyectos científicos. Cosa que no es tan cierta puesto que este tiempo nos legó grandes avances de uso cotidiano ahora (GPS , Internet, etc…)
Siempre que se suscita un debate de estos me viene a la cabeza un pasaje de la vida de Tales de Mileto, en Teeteto, el Sócrates platónico nos cuenta que: “Estando ocupado Tales en la astronomía y mirando a lo alto, cayó un día en un pozo, y que una sirvienta de Tracia, de espíritu despierto y burlón, se rió, diciendo que quería saber lo que pasaba en el cielo y se olvidaba de lo que tenía frente a sí y ante sus pies”. Lo que no recoge este fragmento es que al año siguiente de este suceso Tales, con los conocimientos sobre astronomía que había adquirido observando el cielo, alquilo todos los molinos de aceite de la zona en previsión de una cosecha excelente de aceituna. Se hizo rico.
Creo que esta anécdota ilustra, como ninguna otra, que nunca hemos de renunciar a la búsqueda, al afán de conocer lo aparentemente inútil u obvio. Es esta curiosidad, inherente a la condición humana, el auténtico motor de la historia. A pesar de que pueda recibir críticas oportunistas el proyecto puesto en marcha por el CERN es un hito sin parangón en la historia de la humanidad, y por ello todos deberíamos felicitarnos.
Las cifras que maneja este proyecto s on espeluznantes, tanto en recursos económicos como humanos. Los más de 6.000 millones de euros invertidos y 10.000 científicos altamente cualificados que aglutina el proyecto atestiguan esta apreciación. Consideraciones técnicas aparte, lo que realmente me interesa sobre este proyecto es aludir a la polémica que se ha generado en torno a él.
Muchas voces se han alzado en contra del acelerador de partículas alegando que la inversión ha sido excesiva y que ha y necesidades mucho más tangibles y urgentes a las que se debería atender con prioridad. El debate no es nuevo. Desde la década de los 60 a raíz de la carrera armamentística que protagonizaron E.E.U.U. y la U.R.S.S. los avances en tecnología se han sofisticado hasta tal punto que sus implicaciones han dejado de ser inmediatamente evidentes para el gran público que duda de las repercusiones positivas que puedan tener en sus vidas los grandes proyectos científicos. Cosa que no es tan cierta puesto que este tiempo nos legó grandes avances de uso cotidiano ahora (GPS , Internet, etc…)
Siempre que se suscita un debate de estos me viene a la cabeza un pasaje de la vida de Tales de Mileto, en Teeteto, el Sócrates platónico nos cuenta que: “Estando ocupado Tales en la astronomía y mirando a lo alto, cayó un día en un pozo, y que una sirvienta de Tracia, de espíritu despierto y burlón, se rió, diciendo que quería saber lo que pasaba en el cielo y se olvidaba de lo que tenía frente a sí y ante sus pies”. Lo que no recoge este fragmento es que al año siguiente de este suceso Tales, con los conocimientos sobre astronomía que había adquirido observando el cielo, alquilo todos los molinos de aceite de la zona en previsión de una cosecha excelente de aceituna. Se hizo rico.
Creo que esta anécdota ilustra, como ninguna otra, que nunca hemos de renunciar a la búsqueda, al afán de conocer lo aparentemente inútil u obvio. Es esta curiosidad, inherente a la condición humana, el auténtico motor de la historia. A pesar de que pueda recibir críticas oportunistas el proyecto puesto en marcha por el CERN es un hito sin parangón en la historia de la humanidad, y por ello todos deberíamos felicitarnos.
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